Texto y fotografía de Alberto G. Palomo (@albertogpalomo)
El otro día llamé a Pollito Juan y estaba leyendo el Ulises. Me dejó muerto. ¿Con qué cara le proponía entonces la reseña que me había pedido de alguna de mis últimas lecturas? ¿Cómo podría atreverme a decirle que quería escribir sobre el último hallazgo en forma de autor menor de quince años? Imposible. Miré en la estantería y me encontré con que el único clásico que podría igualarle, en el caso de que haya algo igual, era una primera edición de ‘La sombra del viento’. Oro puro.
Con el canguelo que provocan estos contratiempos, tiré de sus apreciados ejemplares de Anagrama y me encontré con un pedido de hace más de un año que traía un pack de dos libros. Servía, además, para escribir -saliéndome del texto, del paratexto y de cualquier cosa que lleve texto en su lexema- sobre lo que más tiempo ocupa en nuestras conversaciones y ponerle un título atractivo.
Esas conversaciones, como reza el título, versan sobre lo que ya os estaréis imaginando: Alemania. Su estructura social, su posición geopolítica y su coyuntura económica. Decenas de mensajes urgentes de guasap, chats inclementes a altas horas de la mañana o llamadas en conferencia durante el estado previo a la vigilia. Nuestra existencia parecía sentirse vacía ante el influjo tan fuerte que ejerce la superpotencia continental sobre la periferia europea.
A ese querer saber constante se le abrían ahora dos puertas en forma de novela. Un díptico amarillo de libro caro (o, al menos, más caro que los de bolsillo posteriores, con lomos de colores y blanco sobre negro) y un par de títulos que pretendía captar el ‘zeitgeist’ actual, si no fuera porque ya existen los escaparates de corteinglés con miles de trilogías eróticas.
Zonas húmedas y Furores íntimos, se llamaban. Los dos correspondientes a una especie de Nuria Roca germana de la que aquí no sabíamos más que la casualidad de compartir apellido con la marca esa que vende jalea real u otras drogas de diseño: Charlotte Roche. Nacida en Inglaterra y criada en Alemania, tal y como pone en la solapa (que la muestra, según avanzan las ediciones, cada vez más provocativa). Y con nombre francés. Ahí es ná.
Un mezcla que ha logrado alcanzar un millón y medio de ejemplares vendidos del primero y medio del segundo, hasta junio de 2013. ¿Por qué? Pues porque lo cochino atrae. No hay más. Ni literatura, ni filosofía.
Resumo rápido: Zonas húmedas trata de una chica que sufre una fisura anal al depilarse y se pasa 200 páginas en una camilla de hospital. Habla de infecciones, pus, sangre, caca o fluido vaginal. Es lo que he sacado de la contraportada y de mis escasos recuerdos.
Abro ahora las páginas para buscar algún subrayado y no lo encuentro. Veo que la primera edición es de 2009. Y que en cualquier espacio te puedes encontrar párrafos como este: “Volvamos a la depilación anal. Al contrario que otra gente, conozco a la perfección el aspecto de mi agujero; lo observo todos los días en mi cuarto de baño. Es fácil: hay que ponerse con el culo de cara al espejo, separar las nalgas con fuerza hacia los lados, mantener las piernas rectas, agachar el torso con la cabeza hasta casi tocar el suelo y mirar atrás por entre las piernas ligeramente abiertas”.
Lector Malherido lo explica así, desvelando el final sin importarle una mierda: “Es todo repugnante, lo cual está bien, de primeras, como exploración de lo no-dicho y lo no-permitido, pero acaba cansando y revelando sus costuras, esa sencillez de ir soltando gilipolleces y guarradas una detrás de otra para acabar enamorada del enfermero, o del médico”.
Recuerdo que -antes de decidirme a contarle mi elección a Pollito Juan y que me contara él que ya estaba con el ‘Finnegans Wake’ en inglés (“porque se tiene que leer en su idioma original, por la musicalidad”, seguro que defendería)- me llevó bastante tiempo leer Zonas húmedas, a pesar de ser fácil (y traducido). No obstante, cogí rápido ‘Furores íntimos’. Casi casi de forma adictiva, como si de albóndigas en lata se tratara: no gustan, pero es imposible dejar de comerlas.
‘Furores íntimos’ es otro rollo. La autora ya tiene 35 añazos y habla de la vida en pareja. En una entrevista a El País logra colocar este titular: “La única solución es acabar con la monogamia”. Algo que consigue más de dos mil visitas, veinte comentarios y un renglón que cataloga la novela de “cóctel explosivo de subversión sexual y tradicionalismo”.
De hecho, como dice el titular, en sus páginas se intercalan cada dos por tres circunloquios de este tipo: “No sé cómo confesar a mi marido que de hecho quiero acostarme con todos los hombres que voy conociendo. Que lo amo y adoro el sexo que tenemos. Pero quiero más. Sexualmente ningún hombre puede hacerlo mejor: sus artes digitales en mi vaginal, sus tocatas sin fuga en mi clítoris hasta hacerlo explotar…, pero quiero tener alguna vez otro cuerpo entre mis muslos. ¡Qué horrorosa puede ser la cárcel de la monogamia!”.
Aparte, hay hueco para hablar de comercio justo, de productos orgánicos, diferencias norte-sur y otras coletillas de manual amateur sobre el concienciado social de primer mundo. Todo esto envuelto en una trama (¿?) sobre la visita de la protagonista y su marido a un puticlub y trufado por sesiones con una psicoterapeuta, recuerdos de un accidente y lombrices en, adivinad, el ano.
Aún así, en un mundo de fisting, squirting y gangbangs, dejarse unas cuantas horas en más de 500 páginas sobre lo mismo merece la pena. Y después de sopesar mi decisión y avergonzar a Pollito Juan y su transmutación dublinesa, elegí Zonas Húmedas y Furores íntimos como una fuente de documentación exclusiva. Adviertes que, como presumías, la cultura alemana tiene propia idiosincrasia. Sus filias -como la cerveza templada- y sus fobias -como pisar colillas en una fiesta- pero, por encima de todo eso, te queda una cosa clara: las alemanas también follan.
Zonas Húmedas, Charlotte Roche
Barcelona, Anagrama 2009
208 páginas, 16 euros
Furores íntimos, Charlotte Roche
Barcelona, Anagrama 2013
288 páginas, 19 euros